Tuesday, April 29, 2025
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Felipe Alonzo Solís: Precios altos y sueldos bajos


En los últimos años, Mérida ha ganado notoriedad como una ciudad en crecimiento: nuevas inversiones, turismo en auge y fraccionamientos que brotan en todas las direcciones.

Sin embargo, este dinamismo económico no ha traído consigo bienestar para todos. Hoy, vivir en Mérida es más caro que antes, pero los ingresos de la mayoría no han seguido el mismo ritmo.

Inflación persistente en Mérida. De acuerdo con el Inegi, Mérida se ha posicionado como una de las ciudades con mayor inflación acumulada del país. En los últimos 10 años, los precios en la ciudad han subido 66.6 %, superando por mucho el promedio nacional de 58.8%.

Si se amplía el periodo a 15 años, la inflación acumulada en Mérida alcanza 109.4 %, también por encima del promedio nacional (98.7%). Esto la coloca como la quinta ciudad más inflacionaria del país en la última década y la sexta en los últimos 15 años.

Además, en los años más recientes, Mérida ha escalado posiciones preocupantes: fue la segunda ciudad con mayor inflación del país en 2023, y la cuarta en 2024, entre todas las que mide el Inegi.

¿Y los salarios? Mientras los precios suben, los ingresos se mantienen estancados. Según el Observatorio Laboral de la STPS, el ingreso mensual promedio de un profesionista en Yucatán es de 15,072 pesos. Sin embargo, la mayoría de los más de 1.2 millones de ocupados en el estado percibe apenas 7,390 pesos al mes.

La desigualdad es más evidente cuando se observa que casi el 80% de los trabajadores gana menos de dos salarios mínimos o ni siquiera recibe ingresos. Más de 440 mil personas están por debajo del umbral de un salario mínimo, mientras que apenas 1,866 personas reportan ingresos mayores de diez salarios mínimos.

Esta realidad salarial contrasta fuertemente con lo que la población percibe que necesita para vivir dignamente.

Lo que la gente siente: “no me alcanza”. La Encuesta Nacional sobre Salud Financiera (ENSAFI) preguntó directamente a la población: “¿Cuánto ingreso mensual necesitas para cubrir tus gastos?”. En Yucatán, la respuesta fue clara: 18,200 pesos mensuales, por encima del promedio nacional de 16,421.

Este dato revela una percepción compartida: la vida se ha encarecido. Este dato es relevante porque combina una dimensión subjetiva con datos objetivos: la inflación ha sido más alta que en la mayor parte del país y, al mismo tiempo, los ingresos no han seguido el paso. No es solo una sensación; hay cifras que la respaldan.

Ser joven en Mérida: aspiraciones postergadas. Pensemos en un joven profesionista que quiere independizarse y comprar una vivienda en Mérida. Aunque gane 15 mil pesos al mes (por encima del promedio estatal), el ingreso no es suficiente para afrontar rentas de 10 mil pesos o créditos hipotecarios que exigen ingresos mayores.

Según estimaciones de desarrolladoras locales, los precios de una casa en zonas en crecimiento (sur y poniente) rondan entre 1.2 y 3 millones de pesos, mientras que, en zonas norte o céntricas, los precios pueden superar fácilmente los 5 millones.

Para muchos jóvenes, la independencia financiera o el acceso a una vivienda se vuelve una meta distante, si no inalcanzable.

El crecimiento no garantiza equidad. Una explicación clave de por qué el crecimiento económico no se traduce automáticamente en bienestar para todos es la lógica de la plusvalía urbana. En ciudades como Mérida, el desarrollo de infraestructura, los nuevos servicios y la llegada de inversión aumentan el valor del suelo y de las propiedades. Es lo que se conoce como valorización o especulación inmobiliaria.

Esta plusvalía, sin embargo, no se traduce en mejores ingresos para la mayoría de quienes viven o trabajan en la ciudad.

El valor creado se concentra en activos inmobiliarios que generan riqueza para quienes ya poseen tierra o capital, pero no se refleja en mejores salarios ni condiciones de vida para quienes solo participan desde el trabajo. Por eso, aunque el Producto Interno Bruto local o los indicadores de inversión puedan crecer, esto no significa que todos crecen por igual.

Si no hay mecanismos para redistribuir esa riqueza, lo que crece es la desigualdad. Estos datos nos invitan a reflexionar sobre un fenómeno que se repite en muchas ciudades: el desarrollo económico no garantiza una mejora en la calidad de vida de todos. A esto se le conoce como el mito del “goteo”: la idea de que el crecimiento eventualmente beneficia a todos.

Pero en Mérida, como en muchas partes, el crecimiento puede venir acompañado de desigualdad si no se toman medidas para que sus beneficios se distribuyan mejor.

Una ciudad que debe decidir cómo crecer. Hoy, Mérida crece, pero también lo hace la sensación de que a muchos ya no les alcanza. La ciudad sigue teniendo elementos que la hacen atractiva y con calidad de vida, pero el reto está en que ese crecimiento se traduzca en bienestar para la mayoría.

Peligrosa tendencia

Si no se atienden estas brechas, Mérida podría convertirse en un ejemplo más de cómo el crecimiento sin equidad puede profundizar la desigualdad. Y lo que está en juego no es solo el acceso a la vivienda o a ingresos dignos, sino el futuro mismo de la cohesión social.— Mérida, Yucatán.

Doctor en Economía, profesor de la Facultad de Economía de la Uady.



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